Grandes amistades forjadas a través de la pesca

Todos los pescadores sabemos que cuando salimos a pescar, no solo capturamos peces, sino también historias. La mayoría de los pescadores, sin importar su edad, tienen magníficas anécdotas que contar; amigos, el guía, otros pescadores, la gente que habita y trabaja en la zona, o incluso sobre sí mismos. Estas historias abarcan una amplia gama de emociones, desde las vibrantes experiencias de pesca hasta reflexiones profundas, risas, sorpresas e incluso momentos de tristeza. Al final, estas pequeñas vivencias se convierten en fragmentos de vida que se comparten con otros.

Entre los diversos temas de estas historias, me atraen especialmente aquellas que tratan sobre la amistad entre pescadores. Estas narrativas de camaradería me conmueven debido a su carga emocional y porque, al escucharlas, uno aprende cómo cultivar una amistad sólida dentro de su propio círculo social y familiar. Sin embargo, debo confesar que otra de las razones por las que me encantan es porque todas estas historias tienen un desenlace común, perfecto para mí: después de recorrer juntos el camino de la amistad, enfrentando tanto momentos buenos como malos, los pescadores que las comparten terminan pescando y contando sus historias aquí, en la presa Picachos.

Equipo de pesca Montana

Holden, un experimentado pescador y guía residente en Livingston, Montana, cercano al Parque Nacional Yellowstone y a la ciudad de Bozeman, es un experto en pesca con mosca y otras técnicas de pesca. Él y su único hijo, Sawyer, de apenas 11 años, han explorado la mayoría de los ríos de Montana. Sus actividades se centran en la pesca con mosca en el río Yellowstone, el río Bighorn y el río Madison. “También disfrutamos de la pesca de lobina y de la pesca de lucio en la reserva de Ford Peck en el Rio Missouri” comenta Holden.

Sawyer, quien capturó su primer pez a los dos años y comenzó a pescar con mosca a los cinco, muestra en sus fotos de esos recuerdos a un orgulloso Holden a su lado. En esta ocasión, padre e hijo vinieron a la presa Picachos para disfrutar de cuatro días consecutivos de pesca. Aunque ya habían planeado una salida de pesca en altamar en Mazatlán, Sawyer prefirió pasar otro día más, su quinto día, pescando lobina en la Picachos. “Ayer saque 35 hoy voy a sacar más” me comenta con mucha seguridad.

La pasión de Holden por la pesca lo lleva a otros destinos una vez que termine en Picachos. Después de esta visita, tiene previsto dirigirse a la Bahía Espíritu Santo, en la península de Yucatán, donde será guía durante la temporada de pesca con mosca de sábalo y palometa, una actividad muy apreciada por los pescadores de Montana, su lugar de origen.

«Si vamos a la Bahía Espíritu Santo después de aquí… ya hemos pescado en Yucatán, Hawai, Montana y ahora en Sinaloa»  enfatiza Sawyer, sin apartar la vista de su celular pero mostrando una sonrisa de orgullo y complicidad.

Amistad y pesca al estilo texano

Hace unos días, Tully Welch y Joe Bill Long, dos pescadores de lobina originarios de Texas, llegaron a la presa Picachos. Tully, residente de Del Río, y Joe, de Fort Worth, tienen respectivamente 50 y 87 años. La amistad intergeneracional entre ellos comenzó cuando Tully, a los diez años, solía salir a pescar con dos de sus tíos, grandes amigos de Joe. Tully cuenta que “Joe y mis tíos comenzaron a pescar juntos en la Presa Vicente Guerrero (Lake Guerrero) en Tamaulipas México a mediados de 1970”, él se les unió una década después.

Aunque los tíos de Tully ya han fallecido, él y Joe han conservado su amistad durante casi cuarenta años. Han recorrido juntos una larga lista de lagos, Tully comenta con mucho orgullo «hemos pescado en muchos lagos en Texas y México incluyendo la Vicente Guerrero, Presa Marte Gómez, Don Martin, Las Blancas, El Palmito, Bacurato, El Salto y Picachos. He estado en Picachos tres veces, dos de las cuales vine con Joe”

Cuando Joe habla de Tully, lo hace con un orgullo y cariño que recuerdan la forma en que un padre habla de su hijo, aunque en este caso se trate solo de una gran amistad. Tully, por su parte, es más reservado, pero su afecto y lealtad hacia Joe se evidencian cuando, al hablar español con fluidez, traduce las anécdotas divertidas de Joe.

Joe disfruta mucho de venir a pescar a México, aunque admite que para los preparativos “No muevo ni un dedo, el que organiza todo es Tully , vuelos de avión, reservaciones del lodge, todo, yo solo subo mi caña y abro una cerveza en el camino a la presa”

La Historia de Erick y Cisco en los Lagos de California

Erick Carbajal es un pescador especial, de esos que por su afición a la pesca de lobina puede venir a pescar solo, durante toda una semana, aquí a la presa Picachos. Es un asiduo visitante de esta presa, uno de esos pescadores que me hacen reflexionar sobre el valor del tiempo de introspección y desconexión que ofrece la pesca. Esta temporada se puso en contacto con nosotros para informarnos que iba a venir y que había quedado con su primo para encontrarse aquí en la Picachos y pescar.

Hace algunos años, Erick y Cisco Sevilla primos con 8 y 9 años respectivamente, sus padres solían llevarlos, con sus cañas, un sándwich y botellas de agua, a las 6 de la mañana a la orilla del lago Otay, en Chula Vista, California, ahí los dejaban solos hasta el atardecer cuando los recogían. Erick cuenta con cierta nostalgia y diversión:

«Imagínate todo lo que hacíamos solos todo ese tiempo en el lago, pescábamos por horas, jugábamos, platicábamos, conocíamos a más niños, eran días muy divertidos».

Erick y Cisco no solo pescaban en Otay Lake, también pescaban en los Lagos Jennings y Murray, uno de los privilegios que les ofrecía vivir cerca de los lagos del sur de California. Vivieron en una época en la que los niños podían ir a pescar solos a los lagos, sin que sus padres se preocuparan de que les pasara algo malo, con la confianza de que los niños se cuidaran mutuamente.

Cuando estaban en sus 20 años, por cuestiones laborales, Cisco tuvo que emigrar a Sídney, Australia. Sin embargo, esa partida a tierras tan lejanas no impidió que continuaran pescando juntos. Durante más de diez años, han cultivado la tradición de realizar un viaje de pesca al año, escogen una fecha y un lugar en cualquier parte del mundo y se lanzan a pescar. Esta vez, decidieron visitar la presa Picachos. Erick tomó solo un vuelo para llegar aquí a la presa desde San Diego, mientras que Cisco recorrió aproximadamente 12,507 kilómetros entre vuelos y conexiones interminables para reunirse con su primo. Sin embargo, cuando se encontraron aquí en la presa, las millas y las horas de vuelo se desvanecieron en un abrazo fraternal. Algunos minutos después, ya estaban en la lancha que los dirigía hacia el horizonte para volver a pescar y divertirse solos, como cuando eran niños y sus padres los dejaban pescando en los lagos californianos.